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ROTONDAS


Cuenta mi colega Poveda, en estas páginas de Ideal, que a partir de hoy se van a vigilar, y de qué manera, las rotondas de la ciudad para que a la gente no se le vaya la olla y empiece a hacer pirulas con los coches y las motillos. Quieren evitar que se sigan tomando a choteo y por donde les salga de la palanca de cambios los carriles de entrada y salida de estas plazoletas. Una rotonda es una cosa muy seria y es también un invento francés que importamos con el fromage bleu, el rimmel o la malafollá parisina. Pero si hemos aceptado de buena gana que el queso tenga tonos de azur de puig, que la sombra de ojos sea un must en cada bolso y lo de encararnos a lo Eric Cantoná con los árbitros de la premiere league, no hemos conseguido ni sabido meter y sacar el coche de manera correcta por una rotonda. No nos entra en la cabeza. La rotonda nos suda el volante. Nos la tomamos a pitorreo. Nos la tomamos al tresillo, al bies, de chaflán, a su amor, de bisectriz o dibujando una recta secante. Con buena y con mala leche. Pero jamás la tomamos bien. Somos unos negados.
Es cierto y hay que asumirlo no tenemos ni repajolera idea de que cómo coño se circula por un rotonda de varios carriles. Nos liamos, nos enredamos y ha habido casos de gente que ha quedado atrapada en el vórtice circulatorio incapaces de salir de la infernal circunferencia. Condenados a dar vueltas y vueltas como un disco rayado siempre en el mismo surco. Así que ojo al parche y a los de meretérica que se van a poner quisquillosos y libreta en mano a dibujarnos la manera correcta de circular por las glorietas. Unos diagramas que, a buen seguro, irán acompañados de la correspondiente sanción por desconocimiento de los giros y tirabuzones legales para atravesar el dichoso invento.
Pero qué es una rotonda se preguntarán muchos de ustedes, pues una rotonda, también conocida como redondel, óvalo o glorieta, es una intersección de carreteras, avenidas o calles. Todas las vías que confluyen en la rotonda están comunicadas entre sí mediante un anillo: los vehículos, de este modo, deben circular alrededor de su centro. Es decir que una rotonda es como Jaén y su provincia. Una cosa redonda en la que desde hace décadas giran los mismos vehículos pilotados por las mismas personas sin saber por dónde ni como salir. Carriles circulares en los que giran eternamente los mismos asuntos y temas pendientes sin que nadie sepa sacarlos del tedio y el aburrimiento giratorio. Circunferencias estériles, vacías y yermas. Glorietas más próximas al infierno de lo inútil. Carriles que llevan siempre a la misma parte. Redondeles cuadriculados de egoísmo partidario y partidista. Aros de humo soplado por unas orugas fumadoras que nos adormecen con sus cuentos de nunca acabar.  Como diría el genial Chiquito: te lo juro por la glorieta de mi madre

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